Capullo de mariposa

Un hombre encontró un capullo de una mariposa y se lo llevó a casa para poder ver a la mariposa cuando saliera del capullo.

Un día vio que había un pequeño orificio y entonces se sentó a observar por varias horas, viendo que la mariposa luchaba por abrirlo más grande y poder salir. El hombre vio que forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño agujero, hasta que llegó un momento en el que pareció haber cesado de forcejear, pues aparentemente no progresaba en su intento.

Pareció que se había atascado. Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera cortó al lado del agujero para hacerlo mas grande y ahí fue que por fin la mariposa pudo salir del capullo.

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Dame las personas y toma para ti los bienes

Cuando Abraham, después de rescatar a Lot, su sobrino se encontró con el rey de Sodoma, este, atemorizado frente a la pujanza demostrada por aquel a quien conocemos como el padre de la fe, le propuso: "Dame las personas y toma para ti los bienes". Esto nos hace pensar que cabe distinguir entre una cosa y la otra: entre las personas y los bienes. Entre esta jerarquía de valores, ¿quién tiene la primacía? ¿Las personas o los bienes?

Valga decir que para la inmensa mayoría, aunque no lo expresen en palabras, en su conducta, en el estilo de su vida, nos están indicando que para ellos lo más importante son los bienes. Todo su afán va enderezado a la adquisición de los mismos. Y no logran percibir que esos bienes, que ellos tanto se esfuerzan por aprisionar entre sus manos, son escurridizos. Se nos parecen al ave montaraz y huidiza que en el bosque un hombre corrió para alcanzarla. Por fin la tuvo entre sus manos pero al menor descuido se le escapo. ¡Tanta fatiga en poseer los bienes para después perderlos con tanta facilidad!

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¿Dónde están las manos de Dios?

Cuándo los instrumentos de labranza están olvidados, cuando la tierra esta quebrada y abandonada me pregunto: ¿Dónde están las manos de Dios?

Cuando observo la injusticia, la corrupción, el que explota al débil.

Cuando veo al prepotente y pedante, enriquecerse del ignorante y del pobre, del obrero y del campesino carente de recursos para defender sus derechos, me pregunto: ¿Dónde están las manos de Dios?

Cuando contemplo a esa anciana olvidada, cuando su mirada es nostálgica y balbucea aún palabras de amor por el hijo que la abandonó, me pregunto: ¿Dónde están las manos de Dios?

Cuando miro a ese joven, antes fuerte y decidido, ahora embrutecido por la droga y el alcohol. Cuando veo titubeante lo que antes era una inteligencia brillante y ahora con harapos, sin rumbo, sin destino; me pregunto: ¿Dónde están las manos de Dios?

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No esperes

No esperes una sonrisa para ser gentil...
No esperes ser amado para amar...
No esperes estar solo para reconocer el inmenso valor de un amigo...
No esperes el luto del mañana para reconocer la importancia de quienes están hoy en tu vida...
No esperes tener el mejor de los empleos para ponerte a trabajar...
No esperes la nostalgia del otoño para recordar un consejo...
No esperes...

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Él te perdona

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.
1 Juan 1:9


La vida cristiana es una vida de progreso, no de perfección. Dios  quiere que crezcamos. él sabe que como humanos no podemos alcanzar la perfección.

Cuando tú cometes un pecado, no vuelves a ser un pecador; estás en Cristo, y nada puede cambiar eso. Puede que sientas que cuando pecas, Dios no te perdonará o no querrá tener comunión contigo. Alguien dirá: "Tuve mi oportunidad de ser libre y la perdí". Pero Dios nunca deja de amarnos ni de perdonarnos. Él nunca deja de insistir con nosotros. Él siempre nos acepta.

Floyd McCung Jr. en su libro "El corazón paternal de Dios" nos cuenta una gran historia sobre el amor incondicional de un padre por su hijo.

Sawat había deshonrado el nombre de su padre. Había ido a Bangkok huyendo del aburrimiento de la vida de la aldea. Encontró emociones y popularidad llevando una vida obscena.

En cuanto llegó, visitó un hotel como jamás había visto en su vida.

Todas las habitaciones tenían una ventana que daba al pasillo y en cada habitación había una chica sentada. Las mayores reían y sonreían.

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